Hace ya unos cuantos años,
cuando deambulaba por la biblioteca de la universidad sin saber que buscar, me
encontré con la ficha de un libro llamado “Decadencia
económica de los imperios” de un tal Carlo
M. Cipolla.
A parte del tema del libro,
tan alejado de la arquitectura, me llamó la atención el curioso nombre del
autor…. Y decidí buscarlo.
Se trataba de varios volúmenes
dedicados a diferentes imperios. Decidí sacar únicamente el volumen 1, dedicado
al Imperio Romano y ahorrarme el trabajo de cargar con el resto.
Curiosamente y en contra de lo
que pensaba, el libro no era un turrón
infumable, al contrario, era fácil
de leer y entretenido.
El planteamiento básico del
libro explicaba la decadencia del imperio romano como una crisis económica generada,
entre otras cosas, por una especie de crisis energética, entendiendo la energía
como la fuerza o la capacidad de trabajo humano generada por la esclavitud.
Este planteamiento, riguroso
pero novedoso hizo que durante años no perdiera la pista del señor Cipolla,
pero, lamentablemente el señor Cipolla falleció el año 2000.
Entre los libros de historia
económica escritos por el señor Cipolla os puedo recomendar, a parte del ya
mencionado “Decadencia económica de los
imperios” dedicado al imperio romano y al imperio español, entre
otros… Un pequeño libro titulado “Tres
historias extravagantes” que trata sobre tres casos de estafa, timo y
corrupción históricos comprendidos entre la edad média y el siglo dieciocho.
En este caso voy a hablar de un
libro titulado “Allegro ma non troppo”.
Este libro recoge dos ensayos, uno dedicado al papel de Las Especias en la historia y otro dedicado a las leyes
fundamentales de La estupidez humana.
Tengo que reconocer que la
idea de este blog nace de la combinación de ese ensayo sobre la estupidez
humana y del libro de Barrows Dunham “héroes
y herejes”.
De ahí el título del blog HEROES, HEREJES Y TONTOS DEL CULO.
Sin olvidar las aportaciones
de “Las Leyes de Murphy” y “El Principio de Peter”. Todos ellos
libros de recomendable lectura…
El problema este blog es que
la persona que tiene que escribir las entradas soy yo, y yo, como ya supondréis
estoy más cerca de tonto del culo que de héroe.
Hoy para empezar y para que podáis
ir entrando en tema trataremos de:
Las leyes
fundamentales de la estupidez humana
(basado en Cipolla (1988), Allegro
ma non troppo )
Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos
subestiman el número de individuos estúpidos en circulación
A primera vista esta afirmación puede parecer trivial, o más bien
obvia, o poco generosa, o quizá las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen
más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla
considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez
humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y
recurrente por el hecho de que:
a.
personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el
pasado resultan ser inequívocamente estúpidas;
b.
día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y
obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que
aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos
oportunos.
La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor
numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la
población. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por
ello en las líneas que siguen se designará la proporción de personas estúpidas
en el seno de una población con el símbolo σ.
Segunda Ley Fundamental: La
probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier
otra característica de esa persona.
No todos los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que
otros. Según Cipolla, el grado de estupidez viene determinado genéticamente por
la naturaleza pero no está asociado a ninguna otra característica de raza,
sexo, nacionalidad o profesión.
El profesor Cipolla realizó amplios estudios demográficos con muy
diversos sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que
entre los trabajadores "de cuello azul" existía una fracción σ de
estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba, con lo que se confirmaba
la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta de cultura o a
marginalidad social estudió muestras de trabajadores "de cuello
blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma
proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre los
profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta la
élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado confirmó
el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con el Nobel
son estúpidos.
Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella
que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna
ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
El análisis de costes y beneficios de Carlo M. Cipolla permite
clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas, cada uno de los
cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el
eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en
el eje de ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que causa a los demás, podemos
definir y estimar las coordenadas de los siguientes tipos:
·
Desgraciado (D): aquel que se causa un perjuicio a sí mismo,
beneficiando a los demás.
·
Inteligente (I): aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a
los demás.
·
Bandido (B): aquel que obtiene beneficios para sí mismo,
perjudicando a los demás.
·
Estúpido (E): aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a
la vez a sí mismo.
Distribución de Frecuencia
La mayoría de los individuos no actúa consistentemente. Bajo
ciertas circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras
actuar como desgraciado. La única importante excepción a esta regla es la de
las personas estúpidas que normalmente muestran una fuerte tendencia hacia un
comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa. Para los demás,
podremos calcular su posición en el eje de coordenadas del gráfico 1 como una
media de los resultados de sus acciones en términos de costes y beneficios
causados sobre sí mismos y sobre los demás. Esta posibilidad nos permite hacer
la siguiente digresión:

Consideraremos un "bandido
perfecto" aquel que mediante sus acciones obtiene para sí mismo un
beneficio igual al coste que origina en los demás. Es el caso del ladrón que
roba a otro cien euros sin causarle ningún coste adicional. Esta situación
puede ser definida como un "juego de suma cero" en el que el conjunto
de la sociedad ni gana ni pierde. El "bandido perfecto" quedaría
representado en el eje de coordenadas del gráfico 2 sobre la línea OM que
bisecta el cuadrante B.
Sin embargo los bandidos perfectos son relativamente escasos. Es más
frecuente que haya bandidos
inteligentes (Bi)
que obtienen más beneficios que los costes que causan, o bandidos
estúpidos (Be),
que para obtener algún beneficio causan un coste alto a los demás.
Desgraciadamente los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son
relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be. Ejemplo
de este último puede ser el ladrón que destroza los cristales de un coche para
robar su radio o el que asesina a alguien para irse con su mujer a pasar un fin
de semana en Montecarlo.
El poder de la estupidez
Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas
razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de
un bandido siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener
beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar
métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los
demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente,
esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En
definitiva, las relaciones con un bandido son posibles puesto que sus sucias
maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de
los casos, se puede preparar la oportuna defensa.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal
como está implícito en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos
perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más
improbables y más impensables. No existe modo racional de prever si, cuando,
cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un
individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a
las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar
porque:
a.
generalmente el ataque nos coge por sorpresa.
b.
incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible
organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de
cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura
estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace problemática
la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Y hay
que tener en cuenta también otra circunstancia: la persona inteligente sabe que
es inteligente; el bandido es consciente de que es un bandido y el desgraciado
incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Pero al
contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido y
esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su
poder devastador.
Cuarta ley Fundamental. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas.
Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
No hay que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas,
es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no
reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa
sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta
verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los
bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de
la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede
tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo, tanto los inteligentes como
los bandidos, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error
de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de
preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina
ante tamaña situación de peligro.
Uno de los errores más comunes es llegar a creer que una persona
estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la
estupidez por la candidez de los desgraciados.
A veces hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un
individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra
no puede tener más que efectos desastrosos porque:
a.
está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de
la estupidez y
b.
da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus
capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la
ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto,
puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del
estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno
se verá arruinado y destruido sin remedio.
A lo largo de los siglos, en la vida pública y privada,
innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto
ha ocasionado pérdidas incalculables.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental:
La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un
análisis de tipo "macro", según el cual, en lugar del bienestar
individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad, definido, en
este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del bienestar
individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa comprensión de
la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de las cinco
leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, la más conocida.
El corolario de la ley dice así:
El estúpido es más peligroso que el bandido.
La formulación de la ley y el corolario son aún del tipo
"micro". Sin embargo, tal como hemos anunciado anteriormente, la ley
y su corolario tienen profundas implicaciones de naturaleza "macro".
Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad
quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres.
Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero
cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La
personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún
beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se
empobrece.
El gráfico 3 muestra un sistema de clasificación simple entre las
acciones que causan beneficio o perjuicio a la sociedad como un todo. Toda
actividad representable a la derecha de la línea NOM implica una redistribución
con beneficio social neto, mientras que las actividades que caen a la izquierda
o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.
El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que ha
investigado intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y
muchas otras de la antigüedad, está perfectamente cualificado para afirmar,
como hace, que el coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué entonces
unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende exclusivamente
de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los
estúpidos.
Más aún: en las sociedades en decadencia, el porcentaje de
individuos estúpidos sigue siendo igual a σ; sin embargo, en el resto de la
población Cipolla observa, sobre todo entre los individuos que están en el
poder, una alarmante proliferación de bandidos con un elevado porcentaje de
estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante
crecimiento del número de los desgraciados incautos. Tal cambio en la
composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza
inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la
ruina.